M. Benedetti – Señales
En la trayectoria lírica de Benedetti, se establece una
clara distinción entre los poemas en verso libre, y aquellos destinados al
canto. Así, mientras Benedetti utiliza en ambos casos temas y asociaciones
metafóricas muy próximas, se producen variaciones llamativas desde el punto de
vista métrico y estilístico.
«Señales» me parece, tanto por su calidad literaria
como por la presencia de rasgos sintomáticos, un ejemplo representativo de la segunda
categoría.
SEÑALES
En las manos te traigo
viejas
señales
son
mis manos de ahora
no
las de antes
doy
lo que puedo
y
no tengo vergüenza
del
sentimiento
si
los sueños y ensueños
son
como ritos
el
primero que vuelve
siempre
es el mismo
salvando
muros
se
elevan en la tarde
tus
pies desnudos
el
azar nos ofrece
su
doble vía
vos
con tus soledades
yo
con las mías
y
eso tampoco
si
habito en tu memoria
no
estaré solo
tus
miradas insomnes
no
dan abasto
dónde
quedó tu luna
la
de ojos claros
mírame
pronto
antes
que en un descuido
me
vuelva otro
no
importa que el paisaje
cambie
o se rompa
me
alcanza con tus valles
y
con tu boca
no
me deslumbres
me
basta con el cielo
de
la costumbre
en
mis manos te traigo
viejas
señales
son
mis manos de ahora
no
las de antes
doy
lo que puedo
y
no tengo vergüenza
del
sentimiento.
Vemos claramente que aquí Benedetti escoge la popular
seguidilla*, cuyo bordón aparece gráficamente separado. Esto queda justificado por
el hecho de buscar la mayor simplicidad estilística en la forma ya que cada
sección posee unidad sintáctica y semántica; es decir: los heptasílabos y
pentasílabos contienen oraciones breves y sencillas.
Las manos desde tiempos inmemoriales las han
considerado como superficies donde el individuo lleva impresa toda su historia.
Las adivinas interpreta los signos, “señales” diremos, de la palma (vv. 1 y 2 en las manos te traigo/viejas señales).
Así el sujeto lírico ofrece este pasado a la amada. Ha transcurrido el tiempo y
ha impreso su huella; las manos han cambiado (vv. 3 y 4 son mis manos de ahora/no las de antes) y llevan por tanto escrita
una vivencia nueva. La rima estilo soneto (señales/antes),
subrayando el periodo temporal como marco de una experiencia imborrable, y muy
seguramente, penosa. Así pues el hombre se presenta con toda la carga el dolor
marcada en él.
El primer párrafo abre la secuencia, se relaciona con
los primeros versos pero también es independiente dando un carácter
generalizador al contenido léxico y la intensidad expresiva dándole un aire a coro,
o estribillo (y es la única parte que se repite tal cual).
En el segundo párrafo: doy lo que puedo/y no tengo vergüenza/del sentimiento se explica por
esa cualidad de declaración amorosa. Ahora; Doy
lo que puedo, nos consigna claramente a esas señales; aquí el amante no
ofrece lo que “tiene”, sino lo que “es”. Ya que al tratarse de un reencuentro, existe
complicidad y no ese pudor innato a un amor primerizo, esa complicidad permite
mostrar con desnudez los sentimientos.
Los párrafos o seguidillas moldean estos conceptos, así,
si los sueños y ensueños/son como ríos/el
primero que vuelve/siempre es el mismo, nos hace pensar con aquel mito del
eterno retorno, y en este contexto al regreso al primer amor. Donde escribe los
sueños y ensueños en referencia al mito
puede ponerse en relación con el término insomnes, del v. 22, y con aquel
universo imaginario del surrealismo. Los ensueños aportan la evocación de
esperanza y fantasía.
Benedetti introduce además aquel tópico de casa=cuerpo expresado en otro trabajo
magistral, Cuerpo Docente. Lo hace no sólo a través del concepto de muros, que nos remite semánticamente a “casa” y a su
vez la a la metáfora, más a un por el sentido espacial del verbo elevar. Y
suena un eco: En alas del amor salvé las
tapias:/no detiene al amor gigante muro, según aquellos versos de Romeo y
Julieta (Acto 2º, escena 3ª).
Por otra parte, la
tarde es un trasunto, una etapa de la vida en que se halla, alguien que
según hemos deducido arriba viene de regreso. Mario nos dice que ella, la
amada, ha salvado los muros de esa casa –metafórica-, un cuerpo que quizá ya no
es joven, accediendo a su interior.
Los versos vos
con tus soledades /yo con las mías evocan el célebre fragmento de La Dorotea de Lope de Vega, recordemos: A
mis soledades voy,/de mis soledades vengo,/porque para andar conmigo/me bastan
mis pensamientos./(...) No estoy bien ni mal conmigo/mas dice mi
entendimiento/que el hombre que todo es alma/está cautivo en su cuerpo (1º Acto
, 4ª Escena ). Esa opción de soledad, que Lope y Benedetti enuncian en
plural (soledades), y a la que
anteponen un enfático posesivo (vos con
tus /yo con las mías), es rechazada
en los versos 19 al 21: y eso tampoco/si
habito en tu memoria/no estaré solo, porque la soledad se entiende como
incompatible con el recuerdo.
El verbo “habitar”, esta unido a un concepto espacial
de la memoria y el amor, no sólo enlaza meramente con el surrealismo, sino
también como la hace Quevedo, veamos: Siento
haber de dejar deshabitad /cuerpo que amante espíritu ha ceñido;/despierto un
corazón siempre encendido,/donde todo el amor reinó hospedado.
El surrealismo subsiste en la cuarta seguidilla, a
través de insomnes y luna. Algo muy
interesante es aquel punto de intersección con los poemas en verso libre ese,
perdón, no encuentro termino mas apropiado que el de modismo: “no dar abasto”:
tus miradas insomnes/no dan abasto/dónde quedó tu luna/la de ojos claros. Expresan
una ternura con que la amada recibe a ese Yo lírico después de tan larga
ausencia (muchas noches insomnes que han quedado grabadas en sus ojos), y sin
duda encontrándolos muy cambiados, puesto que, sus miradas no dan abasto. Pero
también ella ha sufrido el paso del tiempo, lo que explican los versos 24 y 25,
aquel afectuoso lamento exclamadas en una hipérbole: mírame pronto/antes que en un descuido/me vuelva otro. La
estructura “antes que + espacio temporal” resulta usual en estilo de Benedetti.
Un concepto antiquísimo es el de la mujer=tierra**, que
preside la anteúltima seguidilla y se manifiesta con las palabras: paisaje,
valles y boca: no importa que el paisaje/cambie
o se rompa/me alcanza con tus valle /y con tu boca.
Benedetti ruega a la amada que no le sorprenda, dice: no me deslumbres,/me basta con el cielo/de
la costumbre; prefiere los hábitos ya adquiridos, que expresa la hermosa
metáfora. Así esta apuesta a la certeza, este establecimiento de aurea
mediocritas que los amantes veteranos han alcanzado, se veía ya desde el verso
9 con la palabra “ritos”.
Los versos
36 a 42 reproducen “casi” (hace un énfasis posesivo), fielmente la primera
seguidilla, constituyéndose ésta tanto en propositio como en conclusio.
Notas:
* La seguidilla es
una estrofa de cuatro versos, los impares heptasílabos y los pares pentasílabos
**Teniendo en cuenta esta clave hermenéutica, surge una
doble lectura: aun cuando la belleza de su cuerpo haya desaparecido, persisten
los valles de este paisaje, que por su parentesco de hendidura corresponde con
el sexo femenino; y la boca, tesorera de los besos, la más innegable
manifestación del amor.
Estado de
ánimo: Pensativo
Escuchando: Silvio Rodríguez – Abracadabra